COMPAÑÍA: Sabre Producciones y Pentación Espectáculos
DIRECCIÓN: Josefina Molina
INTÉRPRETES: Lola Herrera
DRAMATURGIA: Miguel Delibes, Josefina Molina y José Sámano
FUNCIÓN: 20:30 h
DURACIÓN: 1 h 20 min
PRECIO: 22 €
Cuarenta años después de su estreno en el Teatro Marquina de Madrid, un 26 de noviembre de 1979, hablar de Cinco horas con Mario sobre las tablas de un teatro es hacerlo de un acontecimiento. De uno de esos hechos históricos que hay que tratar de ver, al menos, una vez en la vida. Lola Herrera tenía cuarenta y cuatro años cuando interpretó a Carmen Sotillo por primera vez y ahora es una actriz con más de ochenta a sus espaldas en la vida y con más de sesenta y cinco poniéndose en la piel de multitud de personajes. Con ninguno de ellos ha encontrado la relación que tiene con la viuda de Mario, a quien veló con cuarenta y cuatro años y volvió a velar con sesenta y seis. Cuando pensaba que ya le había contado todo al muerto más vivo de Miguel Delibes, veló una vez más en 2016, siendo octogenaria, cuando se cumplía medio siglo de la novela del escritor vallisoletano.
Por estos motivos, recibir en 2019 la visita de Lola Herrera y de Cinco horas con Mario es un hecho para escribir en letras grandes y contar con sonrisa luminosa. Será el funeral más feliz que viva el Teatro Juan Bravo; uno en el que el público podrá rememorar un lenguaje que se va perdiendo y recordar una sociedad española que tuvo en el Seiscientos su obsesión, en el Tiburón su sueño, en la guerra su fantasma, en el turismo su sorpresa y en la emigración muchas de sus soluciones.
Las cinco horas de la novela se convertirán en una y media, durante la cual el monólogo más reconocido de la literatura española sonará en la voz de una de las actrices más importantes que han dado las artes escénicas en nuestro país. Ella reconoce que su encuentro con Carmen Sotillo fue «casual», que en un principio no se entendieron bien y que, además, en ese principio sintió una «mezcla de fascinación y rechazo».
Cuatro décadas después, Lola Herrera admite que el vínculo «se ha consolidado con el paso del tiempo y se actualiza en cada encuentro. Es una relación renovadora que permite un juego continuo». Un juego en el que quien pierde es quien se lo pierde.
