Ésta no es una única historia. Ésta, como los Cuentos de hadas de los hermanos Grimm son muchas historias. Y todas empiezan en un pueblo. En una de esas casas de pueblo con desván en el que, entre polvo y telarañas, caben los mundos más fascinantes. En una de esas casas de pueblo con desván en el que, entre olor a madera vieja y tiempo pasado, caben las muñecas, los ratoncitos, las princesas y hasta los duendes.
Si no has subido nunca a un desván, te estás perdiendo tantas historias que, después de asistir a esta función, sólo querrás subir a un desván para comprobar si es verdad que Pepita la Camisona conoció a aquel señor que convertía en oro todo lo que tocaba, si es cierto que Blancanieves, harta de limpiar y limpiar, decidió escapar del cuento o si es real que el tío de Caperucita se llamaba Manolito, vivía en el mar y tenía la uña del dedo meñique muy larga... Hasta querrás saber qué culpa tuvieron los siete cabritillos de que el miedo escapara y campara a sus anchas.
Tú no dejes que ese miedo te atrape y abre bien los ojos y los oídos mientras estés en este desván; que tiene en el centro una cuna en la que duermen todos los cuentos que puedas imaginar y en Escenoteca están dispuestos a desempolvarlos todos para que niños y mayores se vayan a la cama con el colorín colorado más deseado.