Hace poco más de un siglo fallecía en Madrid Emilia Pardo Bazán, dejando escrita, cerca de tres décadas antes de su muerte, una de esas novelas que, por vigente con el paso de los tiempos, termina convirtiéndose en clásico: Los Pazos de Ulloa. Esa novela que ahora adapta Eduardo Galán, uno de los ya clásicos dramaturgos en las temporadas del Teatro Juan Bravo, y que dirige Helena Pimenta, una de las personas más acreditadas para llevar a escena los clásicos por su reciente pasado como directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Dicho esto, el concepto clásico de calidad queda asegurado.
Se une, además, un elenco formado por Pere Ponce, Marcial Álvarez, Diana Palazón, Francesc Galcerán, Esther Isla y David Huertas, encargados de encarnar entre los seis a nueve personajes armados de pasión, de crueldad, de soberbia, de bondad, de recelo, de celos, de prejuicios, de inocencia, de ambición, de desprecios, de caridad, de lujuria o de ignorancia.
La confesión de esta versión está pronunciada por don Julián, un cura tímido y apocado, quien desde la distancia que ofrecen los años reconocerá que vio el terror en la mirada de Perucho, un niño de cinco años; que contempló la crueldad en la violencia de don Pedro y de su capataz, Primitivo; que sintió la vergüenza propia y no la ajena en los actos de Sabela, la madre del pequeño; que se entregó al caciquismo desde su postura social; o que despreció el amor por su condición espiritual.
Don Julián revelará los miedos de Emilia Pardo Bazán: la violencia de los hombres, las contradicciones humanas y sociales, las miserias de la vida, el abuso y la ambición de poder o la capacidad de manipulación de algunas personas. También, como es indiscutible tratándose de la escritora gallega, su feminismo y su vocación por defender los derechos de la mujer.
Más información y entradas en www.teatrojuanbravo.org