La torre se encuentra sobre una colina de 914 m de altura, a la distancia de un kilómetro y medio al Suroeste del pueblo. Sobre la gran llanura circundante, la colina forma un auténtico hito visible en muchos kilómetros a la redonda. Se cree que en este mismo lugar existió un heliógrafo del siglo XVI. Su acceso es sencillo con vehículo hasta los mismos pies de la elevación, y el resto, andando. Toda la colina está horadada, cual un hormiguero, por numerosas bodegas.
Mal estado. Aunque comparado con otras torres de la línea, es destacable. Ha perdido todos los forjados, quedando solo sus cuatro paredes, pero con inquietantes grietas que hacen peligrar todo el conjunto.
Construida inicialmente en el s.XVI en ladrillo y mampostería.
Tiene tres plantas y en la superior estaba el telégrafo. Su estructura es similar al resto de torres. Planta cuadrada de 6 m de lado y tres plantas más la terraza. La entrada se realizaba en altura por la primera planta y su base está ligeramente ataludada. La maquinaria del telégrafo, desaparecida, se situaba en su terraza. Cuenta con 12 aspilleras repartidas en tres en cada flanco. Esta torre en particular destaca por su zócalo de sillares, por el agujero para el catalejo junto a una de sus ventanas y por los grabados de mediados del siglo XX situados en su base, sin valor histórico pero muy curiosos.
En 1844 por Real Ordenanza se construye la línea telegráfica óptica Madrid-Irún, contando con 52 torres que transmitían los mensajes en un espacio de tiempo más breve que con un hombre a caballo. La de Codorniz era la nº 12 de la línea, que conectaba con la nº 11, en Adanero, y la nº 13, en Tolocirio.
Los torreros trabajaban de sol a sol retransmitiendo mensajes cifrados con un código que solo conocía el comandante de línea.
El heliógrafo funcionaba mediante destellos ópticos con espejos entre la red de torres existentes en línea entre varias localidades.