Sacan a la luz una antigua fortificación celtibérica cerca de San Miguel de Bernuy

Sacan a la luz una antigua fortificación celtibérica cerca de San Miguel de Bernuy

Algunos recientes trabajos arqueológicos en el paraje de los Sampedros, localizado en San Miguel de Bernuy, han puesto de relieve la existencia de un yacimiento en el que se sitúan los restos de una pequeña ciudad celtibérica, además de ser un sitio con una larga ocupación entre la Edad del Hierro y la etapa medieval.

Desde el año 2020 se está desarrollando un proyecto de exploración del yacimiento arqueológico, promovido y financiado por el Ayuntamiento de San Miguel de Bernuy, que está siendo ejecutado a través del Proyecto Oppidum de Los Sampedros de la Universidad de Salamanca, con la dirección de Santiago Martínez Caballero, del Museo de Segovia, y Juan José Palao Vicente, de dicha universidad.

El proyecto cuenta con un equipo de investigación profesional del que forman parte especialistas en arqueología, antropología física y otras disciplinas, en relación con trabajos de aplicación de nuevas tecnologías, fotogrametría, cartografía y topografía, inventario y análisis de materiales, entre otras. Los trabajos de campo, ejecutados este último año entre junio y agosto, también han contado con la colaboración de alumnos en prácticas de varias universidades españolas.

La actuación arqueológica además de ahondar en el conocimiento del desarrollo histórico de esta área del valle del Duratón, aporta la documentación científica necesaria poner desarrollar un proyecto de puesta en valor del yacimiento, con la presentación de las estructuras de la ciudad celtibérica, especialmente la fortificación de la Edad del Hierro, que se unen a los restos conocidos de las dos iglesias románicas que se construyeron en el sitio en entre los siglos XII y XIII, las de San Pedro y San Martín, así como del edifico de Las Ermitonas.

UBICACIÓN ESTRATÉGICA
El yacimiento arqueológico de Los Sampedros se sitúa en un promontorio quinientos situado 500 metros al norte de San Miguel de Bernuy, sobre en un cerro que conforma una península elevada sobre entre un meandro del río Duratón y el barranco del arroyo del Hocino. El cerro está delimitado en buena parte de su perímetro por farallones verticales, que se elevan hasta 60 metros por encima del cauce del Duratón, cuyo cauce corre con gran anchura en este tramo inicial del pantano de las Vencías. Tan solo el cerro es accesible en su lado oriental, donde se estrecha el promontorio hasta los cien metros en una lengua rocosa que comunica con el páramo.

La información recabada de las prospecciones y excavaciones arqueológicas permiten señalar una primera ocupación del lugar en la Edad del Bronce, en el II milenio a. C., aunque muy mal conocida, por la limitada información disponible. El sitio sería ya ocupado de forma permanente desde la Primera Edad del Hierro, a partir de los siglos VII y VI a.C., cuando se documenta la presencia de un poblado celtibérico de una extensión cercana a las tres hectáreas, poco menos de la mitad de la superficie completa de la península de Los Sampedros.

 VIEJOS HABITANTES. Entre los siglos V y II d.C. la ocupación del cerro, de acuerdo con los resultados de las prospecciones, se extiende hasta las siete hectáreas, en conexión con el proceso de génesis y desarrollo ya de una pequeña ciudad celtíbero arévaca que controlaba el importante vado del río Duratón en este territorio situado entre las campiñas sedimentarias que se desarrollan hasta el Duero y el extremo del macizo de Sepúlveda, espacio fronterizo en la Edad del Hierro entre las etnias celtíbera al este y sur, y vaccea al norte y oeste. Al momento inicial de esta etapa pertenece la poderosa defensa actualmente en investigación, que se trazó en toda la anchura de la lengua oriental. Desde el siglo IV y III a.C. el uso de la necrópolis vecina de Los Algarrobales testimonian la presencia de una poderosa aristocracia militar local, que ejercía la defensa del territorio, en competencia con las ciudades pujantes del entorno.

En los siglos III y II a.C., Los Sampedros entraría en confrontación con la potente ciudad celtibérica de Sepúlveda, quizás la Colenda de las fuentes clásicas, como baluarte fortificado en la línea de frontera frente a las comunidades vacceas de Cuéllar y Pintia (Padilla de Duero, Valladolid).

Con la conquista romana, Los Sampedros se convierte en una población rural adscrita al territorio de la ciudad romana de Confloenta (Duratón), controlando el vado del río en la comunicación entre Segovia y Clunia. A esta etapa corresponde una estela funeraria de Acca Deocena, una mujer de la zona, decorada con un relieve figurado, expuesta hoy en el Museo de Segovia. Se desconoce si el sitio es abandonado tras la era romana, si bien a partir del siglo XI-XII se conoce ya la ocupación medieval del lugar, bien señalada por los vestigios de las dos iglesias en el yacimiento, que subsistiría hasta que en el siglo XIV la población abandonara este promontorio y se trasladara a la zona del vado, menos expuesta y con mejor comunicación, donde desde entonces se desarrolla la población de San Miguel de Bernuy.

Investigación exhaustiva de la zona
Los primeros trabajos arqueológico de Los Sampedros se ejecutaron en 2020, mediante un reconocimiento general del sitio y otros yacimientos del entorno mediante prospecciones arqueológicas, con el objetivo de analizar el poblamiento de esta parte del valle del Duratón, y determinar las características de los diferentes lugares que componen el conjunto arqueológico asociado a la antigua ciudad celtibérica de Los Sampedros, así como a los asentamientos romano y medieval. En este sentido, se han reconocido las aldeas celtibéricas satélites de Valdecarros y Coronilla, situadas al otro lado del río Duratón, a identificar con caseríos cercanos a la ciudad. También se han ejecutado en ese momento trabajos de prospección geofísica, financiados por la Junta de Castilla y León, para analizar el subsuelo de parte del yacimiento, dando como resultado la detección de amplias estructuras con cierto grado de conservación.

A partir de 2021 se ejecutaron trabajos centrados en la exploración en profundidad del subsuelo de Los Sampedros, mediante la apertura de sondeos y excavación arqueológica. En la zona de la acrópolis, junto a la iglesia de San Martín, un sondeo ha permitido detectar dos suelos pertenecientes a la ocupación del primer castro, en la I Edad del Hierro. El mayor esfuerzo se ha centrado en la excavación de la muralla y el foso que protegía el flanco oriental del asentamiento, el único accesible. Se trata de una impresionante obra que se traza a lo largo de cien metros de longitud y una anchura de 32 metros, lo que la convierte en la “fortificación de la Primera Edad del Hierro más espectacular de toda la provincia de Segovia y de buena parte del valle del Duero”, según Santiago Martínez.

La fortificación consta en la parte exterior, de un gran foso, de 13 metros de anchura y 6 de profundidad. Tallado completamente en la roca caliza de base, el foso tiene un perfil de embudo, con fondo plano, para que tanto la contraescarpa, o pared del lado del exterior, y la escarpa, o pared del lado cercano al poblado, no fueran fácilmente practicables. Tras el foso se ha reconocido una plataforma de 4 metros de anchura, que ha de identificarse con la berma, espacio entre el foso y la muralla que en caso de que la muralla fuera atacada y destruida en algún sector, al recoger los posibles escombros de esta, evitaba que el foso se rellenara y, por tanto, que la fortificación en su conjunto colapsara. En el tramo excavado la berma está atravesada longitudinalmente por un camino tallado en la roca, que gira hacia el interior de la muralla, posiblemente en relación con la presencia de una puerta en el sector todavía no intervenido.

POSIBLE ATAQUE Por detrás se levantaba la muralla, que presentaba una obra de hasta 16 metros de anchura. En la parte exterior se levanta sobre zócalo de cascote, con pared ataludada con gran pendiente, revestido al exterior mediante una capa de adobe. Interiormente este zócalo estaba reforzado por muros escalonados, sobre los que se elevaba la plataforma central, de cuatro metros de anchura donde apoyaba el gran muro de adobe, hoy perdido. Aunque se puede calcular su altura entre cuatro y cinco metros. Hacia el interior el zócalo se abre con una suave pendiente, mediante un agger o rampa terrera, apoyada ya sobre el solar urbano interior.

La fortificación presenta un rastro de una gran destrucción violenta, según se deduce de los amplios estratos de cenizas y material quemado que se han registrado por encima de las estructuras. Entre tal material se resaltan vigas de madera, quizás pertenecientes a la zona de la puerta de la muralla, situada en la zona todavía que permanece sin excavar.

La amplitud de la fortificación es poco habitual en los castros de la I Edad del Hierro en esta parte del valle del Duero, pues generalmente, aunque también incluyen el ocasiones murallas y fosos, presentan defensas más discretas, pues hay que esperar al desarrollo de las grandes ciudades celtíberas y vacceas desde fines del s. IV a.C. para empezar ya a contar con defensas de gran envergadura, dotadas de fosos, muros y rampas terreras, en conexión con el amplio desarrollo de la arquitectura de fortificaciones en el Mediterráneo Occidental durante el I milenio a.C.

Un excelente complemento para un lugar pujante en actividad turística
Los hallazgos del cerro de Los Sampedros no sólo representan una gran cantidad de información hasta ahora desconocida sobre la prehistoria de toda la comarca. También van a contribuir a poner en valor una zona que en los últimos años ha venido experimentando un gran empuje económico por el atractivo turístico que supone.

El valor medioambiental de las hoces que forma el río Duratón ha impulsado las empresas de turismo activo, principalmente de rutas en piragua. Las limitaciones que conlleva el cercano Parque Natural desde su declaración en 1991, trasladó el turismo verde a esta zona, en la que se puede disfrutar de un paisaje muy parecido.
Ahora, un yacimiento arqueológico de primer orden completará este abanico, desde el punto de vista turístico y cultural.

El alcalde de San Miguel de Bernuy, José María Bravo, se muestra convencido de la importancia que tiene el descubrimiento: “Nos ayudará a sacar a la luz un potencial turístico y cultural”. “Teníamos conocimiento de que en la zona podía haber restos romanos, y se sabía que hubo población hasta el siglo XVI, pero nos hemos llevado una sorpresa al encontrar vestigios de hasta 700 años antes”

El también vicepresidente de la Diputación y diputado de Cultura, insiste en que con esta actuación arqueológica se pretende consolidar la propuesta turística de San Miguel de Bernuy y del nordeste de Segovia, donde al disfrute y aprovechamiento del patrimonio histórico y paisajístico, se une ahora el arqueológico, de cara a incentivar el turismo en la zona, bien asentado en los aspectos naturales, patrimoniales, deportivos y gastronómicos.
De hecho, desde el Consistorio se han financiado las excavaciones arqueológicas de los dos últimos veranos con más de 20.000 euros cada campaña. En todo caso, Bravo agradece la implicación que ha tenido en estas labores la Universidad de Salamanca.

También ha tenido palabras de agradecimiento a la Junta de Castilla y León que con labores de georradar ha permitido conocer la envergadura del yacimiento, que “puede ser único en Castilla y León”, en lo referido al foso y la muralla de este complejo que continuará en próximos veranos aportando información sobre los primeros pobladores de la provincia de Segovia.

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Fuente: El Adelantado de Segovia