Los Pueblos Negros

Los Pueblos Negros

Longitud aproximada: 15 kilómetros.

Duración: de 5 a 6 horas (incluyendo paradas)

Desnivel: altura máxima: 1.767m. altura mínima: 1.230 m.

Carácter: senderismo.

Lugares de interés:

  • Los pueblos de Becerril, Serracín, el Negredo y el Muyo (los pueblos "negros")
  • Madriguera y Villacorta (los pueblos "rojos")
  • Alquité y Martin Muñoz de Ayllón (los pueblos "amarillos")
  • Miradores:
    • Valdebecerril (1.767 m)

 

 

Apuntes botánicos:

  • Roble (Quercus pyrenaica)
  • Encina (Quercus rotundifolia)
  • Tejo (Taxus baccata )
  • Enebro rastrero (Juniperus communis var. nana) Fresno de montaña (Fraxinus excelsior)
  • Rosal silvestre (Rosa canina)
  • brezo (Erica autralis)

En el año 2000 Becerril tenía 16 habitantes, El Muyo tenía 9 y Serracín estaba deshabitado. Hoy las cosas no han cambiado demasiado y a pesar de que se intuye un cierto resurgimiento de la vida en los pueblos, fundamentalmente gracias al turismo rural, apenas se aprecian nuevos asentamientos en este remoto rincón de la provincia de Segovia.

Situados a los pies de la sierra de Ayllón, entre el puerto de la Quesera y el Collado de Puerto Infante, limitan al sur con la provincia de Guadalajara y con la sierra de Pela al nordeste, en la provincia de Soria.

Al igual que en los pueblos del Valle, sobreviven en las zonas más altas de sus cumbres, en las laderas más umbrías, verdaderos tesoros botánicos. El hayedo de la Pedrosa en su vertiente segoviana o el de la Tejera Negra, declarado Parque Natural, en sus vertiente guadalajareña y el reducto de tejos de Becerril nos hablan de otros tiempos donde el clima era posiblemente más frío y las montañas estaban cubiertas de otro tipo de vegetación. Durante siglos, milenios, posiblemente millones de años han estado presentes en estas sierras. Hoy un pequeñísimo número de ejemplares han sobrevivido al paso del tiempo, al cambio de las estaciones, a la desaparición de los glaciares, a los incendios y sobre todo a las hachas de los hombres.

También en los pueblos de Becerril, El Muyo y Serracín, los hombres, un reducidísimo grupo de ellos, se aferran a las casas de sus antepasados hechas de pizarra, lo que les da un inconfundible y bellísimo color casi negro.

La espadaña de la iglesia de Serracín se yergue orgullosa contra el cielo. En la distancia se aprecian los huecos donde antaño tañían las campanas. Al caer la tarde de otoño los pasos resuenan en las solitarias calles, mudas, frías y un terrible sentimiento de nostalgia llena el aire. Me pregunto qué será de los tejos, de las hayas, de los pueblos y las gentes que todavía habitan dentro de cien años…

 

Descripción del itinerario

Nuestro punto de partida se sitúa en la plaza de Becerril. Salimos del pueblo en dirección sur. Frente a nosotros se sitúan las estribaciones de la sierra de Ayllón, formando una especie de anfiteatro. A 1 kilómetro aproximadamente del pueblo el camino se bifurca. Nosotros debemos seguir por el de nuestra izquierda que, a la altura de un pequeño depósito de agua vemos cómo suavemente empieza a remontar la cuesta. Desde aquí podemos contemplar en la zona conocida como Los Campillos a nuestra derecha, una manchas de color verde oscuro que desde lo alto de la montaña y de manera desperdigada se dejan caer pendiente abajo. es el reducto de tejos de Becerril.

Nuestro camino discurre siempre pendiente arriba y dirección sur, justo entre la divisoria de los ríos Cambrones a nuestra izquierda y Hociquilla a nuestra derecha.

Encinas, brezos y enebros salen a nuestro encuentro a medida que ascendemos. En la mayoría de los ejemplares se aprecia el ramoneo de ovejas y vacas alimentándose de sus hojas.

A la altura del Campazo nuestro camino se torna más tortuoso y empinado y éste se convierte en senda prácticamente a la altura de una extensa mata de roble a nuestra izquierda. Seguiremos la senda en dirección al collado. Aquí hace acto de presencia el fresno de montaña, una verdadera joya botánica.

Una vez en el collado, y después de habernos repuesto del esfuerzo, seguiremos a nuestra izquierda, hacia el vértice geodésico de Valdebecerril, cota máxima de nuestra ruta y mirador privilegiado de las vertientes segovianas y guadalajareñas. Desde este punto y en dirección suroeste contemplamos el Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra que junto con el Hayedo de la Pedrosa en la vertiente segoviana y el de Montejo de la Sierra en la provincia de Madrid, son los más meridionales de Europa.

Una extensa zona de repoblación de pino silvestre se extiende por los valles de la vertiente de guadalajara. No será nada extraño tropezarnos con algún ejemplar de corzo, muy abundante por estas serranías. Algo más difícil será que podamos sorprender a algún jabalí, también muy abundante. Y mucho, mucho más difícil será ver al lobo, que durante la última década ha ido extendiendo su radio de acción de la cuenca sur del Duero, gracias al aumento de su población al considerarse una especie en peligro de extinción en este área geográfica. Como si de un antiguo señor feudal se tratara, viene a reclamar sus dominios de caza. No en vano esta geografía está plagada de topónimos referentes a su presencia como el cercano pico del lobo.

Desde Valdebecerril continuaremos por nuestra izquierda, siempre guiados por la valla que marca el límite provincial y que discurre por la cresta de la montaña en suave descenso unos 3 kilómetros hasta el Collado de Puerto Infante. Una vez aquí y tras cruzar la cancela de hierro giraremos en dirección norte por un camino bien marcado que nos conducirá hasta el pueblo de El Muyo en algo menos de una hora y media si paramos a deleitarnos con la caída del agua a la altura del paraje de Las Chorreras. Descienden hasta El Muyo las laderas pobladas de roble.

Después de descansar en El Muyo o abandonarnos al paseo por sus calles, salimos de éste por la carretera que conduce a Madriguera. Ahora nuestro itinerario está señalizado hasta Becerril por unas flechas indicadoras situadas en unos postes de madera. A 500 metros, a la altura del campo de fútbol, debemos dejar la carretera y continuar por un camino en dirección noroeste. ojo, porque después de un par de Kilómetros éste desaparece. Aquí lo mejor será guiarse por el tendido eléctrico que desde El Muyo llega hasta Serracín, el segundo de nuestros pueblos negros.

La espadaña de la iglesia se alza altiva a pesar de que ésta ha perdido su cubierta y las campanas y vete a saber cuántas cosas más.

Último tramo de nuestro itinerario. Rodeando el pequeño caserío, deberemos seguir en dirección noroeste, siempre acompañados por las balizas de madera. A 1 kilómetro aproximadamente dejaremos nuestro camino para seguir ahora dirección suroeste a los pies del cerro del pizarral por una estrecha senda que desciende hasta cruzar el río Cambrones. Desde aquí y en poco más de media hora llegaremos a Becerril, a su plaza, los ojos llenos de una belleza abrumadora y en el corazón la huella imborrable de una comarca única, al pie de la sierra de Ayllón, en el casi olvidado nordeste segoviano.

  • Dónde. El pueblo de Becerril se sitúa a 18 kilómetros de Riaza, al cual se llega por la N-110 o carretera de Soria.
  • Cuándo. La primavera y el otoño son las épocas más recomendables para realizar este itinerario, debido a la suavidad de las temperaturas.
  • Quién. Recorrido circular exigente físicamente debido a los 537 metros de desnivel que tene- mos que salvar, recomendable para personas con un cierto tono físico y acostumbradas a andar, aunque la belleza de sus pueblos y la espectacularidad de sus paisajes compensan cualquier esfuerzo físico.
  • cartografía. Hoja 432 escala 1:50.000 del Instituto Geográfico Nacional.
  • Curiosidades. El tejo no es un árbol cualquiera. Al igual que sus raíces se hunden en la tierra, su mitología y leyenda se hunden en la noche de los tiempos. desde antiguo ha estado ligado a los cementerios considerado ya un árbol sagrado. Sus hojas perennes siempre verdes simbolizaban la vida eterna y el árbol se transformaba en el vehículo de las almas en su viaje al más allá. Adorado como una divinidad por cultos paganos, se encuentra ligado a iglesias y ermitas en épocas más recientes, en España sobre todo en la cordillera Cantábrica y tierras del norte.

Su madera, dura, imputrescible es muy apreciada en ebanistería y de él se hicieron los arcos para los ejércitos en la edad media.

Pero paradójicamente es un árbol muy tóxico, debido a un principio activo denominado taxina. Por ello era considerado por los clásicos como un árbol de las regiones infernales, consagrado a la diosa hécate, reina de los infiernos.

Pero no todo en torno a este árbol es tan lúgubre como parece y así nos ha dejado expresiones tan bonitas y llenas de evocaciones como "tirar los tejos".