Motivos por los que escaparte a Fuentidueña

Motivos por los que escaparte a Fuentidueña

Historia y arte rebosan caudalosas por las calles de Fuentidueña. Tanto es así, que parece no poder abarcarlas. El municipio segoviano de noble pasado, especialmente en la Edad Media, ahora cuenta con poca más de 100 habitantes que deben encararse a un oneroso pero brillante legado monumental.

Y es que su perfil no engaña. No hace falta adentrarse en sus calles para caer en el valor de lo que enseña. Ya acercándote desde la carretera verás un pueblo despuntar sobre la ladera de una colina. En lo más alto, los restos de un castillo coronan la villa, acompañado de varias iglesias y una muralla, mientras palacios, casas y diminutas bodegas descienden paulatinamente hasta un río Duratón atravesado por un bonito puente medieval.

 

El pueblo, declarado Conjunto Histórico-Artístico, cuenta con una gran cantidad de iglesias románicas que atestiguan la importancia que tuvo durante los siglos XII y XIII, cuando se convirtió en cabeza de Comunidad de Villa y Tierra.

 

De todos sus templos, destaca por su magnífica silueta románica la iglesia de San Miguel Arcángel, rematada con una bella galería porticada exterior. Una construcción de esas que cuesta dejar de mirar, y cuyo buen estado actual se pagó a costa de la vecina iglesia de San Martín. Fue a mediados del siglo XX cuando su ábside románico fue cedido al gobierno de Estados Unidos a cambio de dinero para reparar el templo de San Miguel, que en esa época acusaba graves deficiencias. Además, en el intercambio también se obtuvieron seis pinturas de San Baudelio de Berlanga (Soria), que actualmente descansan en el Museo del Prado.

 

Ahora, el viejo cuerpo de la iglesia de San Martín yace dividido por un océano, uno en el Museo de los Claustros de Nueva York, donde se reconstruyó su ábside, y el otro de piedras desordenadas en Fuentidueña y rodeado por una Necrópolis con doscientas sepulturas antropomorfas talladas en la roca.

La otra iglesia románica es la del Arrabal o de Santa María la Mayor, situada en la parte más baja del casco urbano junto al puente medieval. Recientemente restaurada, es la más antigua de todas, pues estaría edificada sobre otra construcción previa de origen visigodo.

 

Historia convertida en ruina

Una de las  realidades más palpables en un paseo por las calles de Fuentidueña es ver cómo el pasado se come al presente. Especialmente en la zona más alta del pueblo donde se erigen el castillo, la iglesia de San Martín y parte de las murallas. El caserío, que en origen localizó su fuerte en esta zona, se ha ido desplazando a lo largo de los siglos hacia la ribera, en un proceso que se ha acelerado en las últimas décadas.

Esto, añadido a la pérdida notable de habitantes, ha desembocado en una historia convertida en ruina. Una sensación que invade con fuerza cuando cruzas la puerta sur de la muralla, la de Alfonso VIII, sin importar el sentido. A un lado te enfrentarás con la mordida y solitaria iglesia de San Martín, y en el otro, solo sembrados que se extienden a los lados de un camino sin asfaltar. No obstante, es esta cara de la muralla la que mejor se ha conservado, seguramente debido a que el abandono de toda esta zona impidió su destrucción o reconversión en otras edificaciones más modernas.

Y todo, sin olvidar el castillo, construido en piedra entre los siglos XII y XIII y visitado por reyes como Alfonso VIII o Alfonso X “el sabio”. De sus dependencias, en la actualidad, solo quedan algunos muros y todo su perímetro está vallado al ser propiedad privada. Muy cerca y también en estado ruinoso se encuentra el Hospital de la Magdalena, que históricamente atendía a pobres y enfermos de la localidad y su alfoz.

Del resto de su patrimonio, destaca “El Palacio”, un gran edificio del siglo XV con remates renacentistas, y los demás restos de la muralla, como son las otras dos puertas que tuvo la localidad: la Puerta del Palacio, que fue la entrada principal de la villa, y la de La Calzada, que daba acceso al recinto amurallado desde el arrabal.

 

La pequeña “Hobbiton” medieval

Puede que para los castellanoleoneses una bodega excavada en la roca sea algo normal, propia de nuestra arquitectura popular más arraigada. Pero para ojos foráneos (y frikis), es posible que el barrio de la bodegas de Fuentidueña les recuerde a las casitas donde vivían los hobbits de la saga de “El Señor de los Anillos”. Pero con la diferencia de que no sirven de residencia, sino para la elaboración del vino y su posterior maduración y almacenaje en un lugar fresco.

 

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Fuente: Máscastillayleon.com