La monumental "catedral" de un pequeño pueblo segoviano

La monumental "catedral" de un pequeño pueblo segoviano

La monumental "catedral" de un pequeño pueblo segoviano

 

Los numerosos pueblos que existen en la geografía española encierran verdaderos tesoros. Es verdad que la despoblación continúa haciendo estragos y que eso hace, muy a menudo, que no se haya cuidado ese patrimonio, y que también, el paso de tiempo haya deteriorado cientos y cientos de monumentos. Aunque hoy, muchos de ellos perviven.

El viajero que se va a acercando hasta Villacastín, una pequeña localidad segoviana de apenas 1.500 habitantes, y que se encuentra a poco más de una hora en coche de Madrid, lo primero que vislumbra es la figura de la iglesia de San Sebastián, y que es conocido de manera popular como la "Catedral de la Sierra", bautizada así por el Marqués de Lozoya. Nos encontramos ante un templo de estilo gótico y herreriano que a uno recuerda trazas del monasterio de El Escorial, pero curiosamente su construcción arrancó 20 años antes que el de la comunidad madrileña. Desde el año 1944 está considerado como Monumento Nacional.

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Estamos en el siglo XVI y la localidad segoviana es en esos momentos uno de los centros productores más importantes de la Mesta. Gracias a los grandes ingresos recibidos, en 1529 se inicia la construcción de la iglesia, y se pretende que sea de grandes dimensiones. En su proceso se cree que participó el mismo arquitecto que diseñó la catedral de Segovia, Rodrigo Gil de Hontañón, pero la obra se ha atribuido popularmente a fray Antonio de Villacastín, natural de la tierra y por aquel entonces, hombre de confianza de Felipe II. Pero en 1529, el propio Antonio solo tenía 17 años, por lo que esta autoría no es muy factible.

El exterior es de estilo herreriano severo con unos muros hechos con sillería granítica. La fachada oeste es clasicista y consta de una torre de planta cuadrada, aunque en el proyecto original parece que había dos, ya que nunca han aparecido los planos de esta "Catedral de la Sierra". Consta de tres naves, todas ellas con una altura similar y con bóvedas de crucería estrellada. Planta de salón, muy acorde a las iglesias de Castilla de esta época, con naves amplias y grandiosas que asemejan a una verdadera catedral.

Una de las piezas más singulares en su interior es su retablo mayor, realizado por el jesuita Andrés Ruiz en el año 1589. Cuenta con esculturas a tamaño real de Pedro Rodríguez, Juan Vela y Mateo Martínez y lienzos de Alonso de Herrera, llegando a alcanzar una altura de 20 metros. También goza de un gran órgano.

Destaca también un púlpito con las figuras de los evangelistas en yeso policromado.

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Fuente: La Razón Castilla y León